viernes, 24 de octubre de 2014

El Estado dominicano: un hazmerreír internacional

Orbis Beltré
Por Orbis Beltré
A raíz de la reciente sentencia de una corte internacional contra el Estado dominicano, que lo condena por violación de los derechos humanos en perjuicio de nacionales haitianos o de dominicanos descendientes de haitianos, un amigo nacionalista se pregunta por qué Bahamas y otras islas del caribe que deportan haitianos no corren la misma suerte que República Dominicana.

Esta es mi contestación:

A Bahamas y las demás islas que hacen deportaciones masivas de haitianos que carecen de un estatus migratorio legal no las condenan, tal vez porque allí los gobiernos se respetan, tal vez porque allí las autoridades tienen un inclaudicable respeto hacia sus constituciones y sus leyes, tal vez porque allí no hay empresarios que promueven la inmigración ilegal haitiana buscando agrandar sus riquezas a base del empleo de mano de obra barata.

A esas islas no las condenan, tal vez porque allí no ha habido políticos que se hayan atrevido como aquí, a cedular ilegalmente a miles de haitianos para que voten por un candidato presidencial, como tantas veces hicieron Balaguer y sus rémoras.

A esas islas no las condenan, porque ellos no tienen unas Fuerzas Armadas que durante 50 años hayan estado exigiendo sobornos a inmigrantes haitianos para dejarlos entrar en sus países y el gobierno se hace el loco. 

A esas islas no las condenan, tal vez porque allí las oficialías civiles no funcionan con "bucones" que registran actas de nacimientos y las venden al mejor postor mientras el gobierno se hace el ciego.

A esas islas no las condenan, tal vez porque allí no hay legisladores por los que el pueblo vota en cada elecciones, a pesar de ser confesos traficantes de inmigrantes ilegales, como es el caso del diputado por La Vega, Radhamés Ramos García.

A esas islas no las condenan, tal vez porque allí no hay una Cancillería que nombra cónsul a un reconocido traficante de inmigrantes ilegales, como hizo la Cancillería dominicana, con el recién designado diplomático en Haití, Andrés Boció Fortuna.

Todos los haitianos que haya ilegalmente inscritos el nuestro registro civil, no lo consiguieron a punta de pistola, sino que fueron registrados como dominicanos por la irresponsabilidad del Estado dominicano, que se hace representar por lacras que no tienen en sus vidas otro criterio que no sea "el dame lo mío". ¿O acaso no fue el Estado dominicano, que distinguió y declaró oficialmente como "Padre de la Democracia dominicana", a aquel Joaquín Balaguer que instituyó en la cosa pública, el macuteo?

Todos los haitianos que cada día entran ilegalmente a nuestro país, es muy probable que hayan pagado un soborno a nuestras autoridades, y el Gobierno muy bien gracias.

Todos los haitianos que están pidiendo limosnas en las principales avenidas de nuestro país, son muy probablemente parte de una red lucrativa que el Gobierno dominicano no enfrenta porque los accionistas de tal son socios suyos.

A Bahamas y las demás islas del Caribe que deportan haitianos sin estatus migratorio legal no las condenan, tal vez porque allí hay unos pueblos coherentes, que igualmente eligen como sus representantes a autoridades coherentes.

Aquí el problema no es la presencia de cientos de miles o de millones de haitianos sin estatus migratorio legal, sino la terquedad de un pueblo que está resuelto a matar la culebra por la cola. Por eso no le merecemos confianza a la comunidad internacional; por eso no le merecemos respeto a la judicatura internacional; por eso nos condenarán siempre, incluso cuando en nuestra contra lo que haya sean dudas y no pruebas que nos incriminen como Estado violador de derechos fundamentales en perjuicio de seres humanos.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

El Estado dominicano debe ser laico

Orbis Beltré
Por Orbis Beltré

Hoy es un día de vaguedad nacional; todas las instituciones públicas cerradas, el Estado cerrado...

Hoy pudiera ser la contesta más oportuna para aquellos religiosos que ante nuestra conciencia atea, que procura que la fe sea un asunto privado, se alzan con el argumento de "si no quieren creer que no crean y ya".

A los ateos no nos importa lo que la gente quiera creer, sino lo que pretenda la gente hacer con su credo que pueda afectar a la sociedad en su conjunto, como está ocurriendo hoy, día de una tal virgen de las mercedes, que todos tenemos que chupárnosla porque sí, incluídos los cristianos protestantes, los musulmanes, los taoistas, los budistas, los hinduístas, los escépticos, los agnósticos y los ateos.

Lo razonable y sensato, y además justo, es que el Estado asuma lo que dicta el artículo 45 de la Constitución, que como figura jurídica y de derecho lo imparcializa de todo culto, obligándolo a solo fungir como ente observador y procurador de que los credos no atenten contra la dignidad y las buenas costumbres.

Cada vez se hace más necesario el sacar la religión del Estado, o el cotejo de "vivimos en un estado de derecho" terminará estrellándose definitivamente contra el lodo de la justicia parcial, que amenaza con embarrarnos hasta hacernos sucumbir como sociedad armónica, segura y tolerable.

Cada vez se hace más necesario el concienciar a los creyentes en dios o dioses, respecto a que no es que estamos en contra de sus creencias ni a favor de que el Estado dominicano sea ateo y que se asuma oficialmente el ateísmo. No, amigos y amigas, eso no es lo que perseguimos; lo que sí perseguimos es que se respete la condición del Estado, que según se desprende de la Constitución, debe ser imparcial.

Es una locura cerrar el país por la fe de una parte de la población. Y este es el mismo juicio que emitiría la fe católica si mañana este mismo Estado que para consentir a unos cuantos nos abusa todos/as, paralizara el país por tal o cual manifestación atea, cristiano protestante, musulmana, hinduísta, taoísta o budista.

"Ser justos lo primero, si queréis ser felices". Juan Pablo Duarte.


domingo, 21 de septiembre de 2014

Carta abierta a Leonel Fernández

Por Pedro Cabiya / Tomado de http://www.pedrocabiya.com
Saludos,
Usted probablemente no me recuerda. Nos conocimos por primera vez en el año 1999, en Stanford University. Yo comenzaba mis estudios doctorales en literatura y la que era mi mujer en ese entonces, ciudadana dominicana, hacía una maestría en Estudios Latinoamericanos. Éramos amigos del cónsul dominicano en San Francisco, Manlio Dorrejo, que se nos acercó para ver si era posible que le coordináramos a usted una visita a Palo Alto. Accedimos.
Guía suyo y de su séquito, usted conoció de mi mano el hermoso campus de Stanford en plena primavera. Juntos, pero en molote, ingresamos al recién terminado Gates Computer Science Building, en donde un robot hizo las delicias de los miembros más impresionables de su cohorte (el androide, si mal no recuerdo, bailó “La Macarena”). Luego visitamos el Centro de Estudios Latinoamericanos, hoy desaparecido por recortes presupuestarios, en donde saludó a estudiantes, a oficiales universitarios y a profesores (mi mentor, Jean Casimir, estaba entre ellos), dio una charla y, cual Keyser Söze antillano, se esfumó.
Nos volvimos a encontrar en el 2001, en la redacción de la revista Rumbo, donde a la sazón trabajaba bajo las órdenes de la férrea Margarita Cordero. Juan Bosch agonizaba, en parte debido a los embates de la enfermedad y la vejez, y en parte debido a la ponzoña absorbida en el Frente Patriótico Nacional cinco años antes, durante el cual, aprovechando la considerable disminución de sus facultades, la cúpula peledeísta lo sentó junto a Joaquín Balaguer, su perseguidor acérrimo. Algo empezó a olerme mal desde entonces; me preguntaba de qué no sería capaz un grupo de personas que no sienten escrúpulos a la hora de transar con su más importante victimario y de envilecer la figura de su envejecido y senil líder.
Aún así, usted me simpatizaba. Lo admito sin ambages. Era una simpatía relativa, sin embargo; quizá debiera decir que me simpatizaba más que los inexplicables reformistas, cuya organización no ha superado ni siquiera hoy su carácter de fan club de Balaguer, y ciertamente mucho más que los caóticos perredeístas, que se ufanan de ser tígueres. Al discurso chocarrero, esclerótico y ululante de los perredeístas de Hipólito Mejía, prefería el verbo pseudocientífico, pedante y meticuloso de los peledeístas suyos… Pequé de esnob, pero bien pronto me di cuenta de que intentar elegir entre uno y otro es una tarea tan fútil y desgraciada como optar entre padecer el Síndrome de Tourette o el Desorden de Obsesión Compulsiva.
Ha llovido mucho desde entonces y hoy conocemos mejor a muchos de los actores de la mojiganga medieval que algunos, pero no yo, insisten en bautizar “política dominicana”. Hasta dónde he podido columbrar, no hay ninguno peor que usted. Me explico.
Los cuestionamientos con fundamento que le han dirigido los diferentes protagonistas de la Primavera Dominicana tienen el efecto de crisparlo, de sacarlo de sus casillas.
Dejemos de lado por un momento la discusión sobre su cuota de responsabilidad en el hoyo fiscal de 203 mil millones de pesos, ese abismo, ese agujero negro en el que el tiempo y el espacio colapsan. Hablemos de otras cosas. Hablemos del nefasto ejemplo que su figura, cuyo endiosamiento usted fomenta a troche y moche, brinda a un colectivo que intenta construir una democracia representativa y participativa. ¿Cómo compaginar el deseo de levantar, entre todos, un estado de derecho que empodere al ciudadano, con la grosera concentración de poder, influencia y adoración para la cual usted ha estado trabajando todos estos años y que alcanza cotas insospechadas entre sus seguidores, funcionarios, adláteres, correligionarios, periodistas, empleados públicos, militares, altos jerarcas eclesiásticos, descerebradas botellas y deplorables súbditos? A mi entender, la forma en que usted se relaciona con su partido, con sus seguidores y con los oficiales públicos que dirige (y viceversa), derrotan cualquier fantasía retórica que teja para nosotros su hábil lengua de embaucador de feria, de artista del bunko, de conman. En otras palabras: su existencia misma cancela la narrativa de modernísimo estadista que usted y los suyos han elaborado en torno a su persona.
¿Y cómo podía ser de otra manera? En sus discursos y alocuciones, las pasadas, pero sobre todo las más recientes, es fácil entrever que valora más el agradecimiento servil que el empoderamiento civil. Los cuestionamientos con fundamento que le han dirigido los diferentes protagonistas de la Primavera Dominicana tienen el efecto de crisparlo, de sacarlo de sus casillas. No comprende, y así nos lo comunicó en su discurso del 13 de noviembre de 2012, que miembros corrientes de la sociedad dominicana, sean pocos o sean muchos, osen interpelarlo con otro objetivo que no sea la acción de gracias. Lo enerva el hecho de que la gente le niegue el rango de Benefactor de la Patria y su lenguaje entonces se vuelve histérico: lanza al aire, como manotazos, las palabras “manipulación grosera”, “mentes enfermas”, “infundio”, “maledicencia”… Mucho me temo, señor ex presidente, que usted mismo es su principal argumento en contra.
El principal, pero no el único. Resulta que mientras usted encumbra su gestión emparejándonos con Suiza, Dinamarca, Noruega, España y Francia, los índices del Foro Económico Mundial nos colocan correctamente en la vecindad de Senegal, Costa de Marfil, Nigeria, Mozambique y Burundi. Usted sitúa su desempeño en las nubes, apostando a que en el país no existe nadie con la sagacidad ni la inteligencia ni la curiosidad suficiente como para consultar el Reporte de Competitividad Global 2012-2013 en el que consistentemente sondeamos la cloaca de los últimos lugares en casi todos los indicadores.
Aventuro la tesis de que su prolongado éxito engañándonos reside en el hecho de que por mucho tiempo usted se erigió como exégeta principal de la jeringonza económica y guardián único de los reportes de las calificadoras de riesgo e índices de competitividad. Hoy por hoy, sin embargo, cuando hasta los preadolescentes manejan conceptos como “PIB”, “presión fiscal”, “carga impositiva” y “tasa tributaria”; hoy por hoy, cuando todo el mundo sabe la diferencia entre crecimiento económico y desarrollo; hoy por hoy, cuando cualquiera puede y sabe bajar por Internet esos reportes e informes y consultarlos por sí mismos; hoy por hoy, cuando una porción considerable de la ciudadanía puede informarse y aprender salvando el escollo de los medios cooptados, insistir en interpretar de la mejor manera posible los tollos y desmanes de su gobierno; tratar de cubrirse el trasero enunciando vaguedades; emitir “¡E pa’lante que vamos!”, es equivalente a declamar, delante de un público versado, una poesía mala con un colosal moco asomado a uno de los orificios nasales… ¿Cree usted de verdad que alguien está atendiendo sus palabras? No, señor Fernández… No. Pero usted es el único culpable de nuestra distracción.
Resulta que mientras usted encumbra su gestión emparejándonos con Suiza, Dinamarca, Noruega, España y Francia, los índices del Foro Económico Mundial nos colocan correctamente en la vecindad de Senegal, Costa de Marfil, Nigeria, Mozambique y Burundi.
Ese moco, que usted insiste en no limpiarse y cuya existencia parece no percibir por más que se lo señalan y le hacen la mímica de pasarse un pañuelo por la nariz, se llama Félix Bautista. Ese moco se llama Diandino Peña. Ese moco ingente y grotesco responde también al nombre de Victor Díaz Rúa, de Mícalo Bermúdez, de Arturo del Tiempo y de Vincho Castillo, Nosferatu caribeño, a cuya macabra ortodoxia usted se suscribe. Como usted sentó los precedentes del despilfarro y la voracidad, el moco también es el aumento salarial que se aprobó a sí misma Josefina Pimentel, los intrincados e imaginativos embelecos de Elías Wessin Chávez en Bienes Nacionales, los senadores que ganan lo mismo, o casi más, que los presidentes de las principales economías mundiales, el relajo con las Torres del Progreso, los relojes de Reinaldo Pared, las malditas botellas, los 331 viceministros (¡cuánta similitud con el título de una película de Kurosawa!), los 600 mil funcionarios públicos para una población de 10 millones de habitantes (Chile tiene 90 mil para 16 millones), la ridículamente obesa nómina del servicio exterior o, como lo llama una amiga, el Programa de Intercambio Estudiantil para Hijos de Funcionarios,los oficiales públicos que cobran una y dos jubilaciones al tiempo que siguen ocupando cargos gubernamentales, el formidable botellerío que no sale de su casa y recibe un sabroso cheque sin dar un tajo, las bocinas, los puestos superfluos, los cargos redundantes, las dos secretarias tras un mismo escritorio, ¿ya mencioné las botellas?, todos guisando, todos comiendo, todos cobrando, todos sobrevaluando, todos armando “monopolios bonitos” desde dentro, todos consiguiéndole becas internacionales a sus hijos e hijas con promedios deleznables, todos cobrando comisiones, todos abultando facturas para repartirse la diferencia, y si no todos, muchos. Montones.
Las noticias las conocemos de cabo a rabo y eso es lo que más les quilla a los muchachos y muchachas que le están sacando las tiras del pellejo por esas calles de Dios: que uno lo aborda a usted y a los suyos con cuestionamientos puntuales en ese sentido y usted y los suyos responden otra cosa, como los locos, o se van por las ramas, como las ratas. Rápidamente vamos arribando a la conclusión de que dialogar con usted, o con cualquiera de sus defensores, es como hablar con el Gato de Cheshire en el País de las Maravillas: inútil.
Y hablando de sus defensores, ¿quién queda que lo defienda? Mientras escribo estas líneas dos saltapatrases que “peregrinaron” con sendas cruces a cuestas, uno desde Dajabón y el otro desde Higüey, hasta la Casa Presidencial del PLD, apasionadamente le lamen las verijas y lo proclaman candidato presidencial 2016. Ambos son empleados públicos. Durante el evento un líder peledeísta que boroneaba a la multitud para comprarle el entusiasmo fue capturado por el lente de varios fotógrafos. Sobre el evento flota un inconfundible tufo a romo; por donde quiera que se mire, persiste en el lugar una atmósfera de gente pobre arreada, utilizada.
Pero en esa asquerosa trampa de grasa denominada “la defensa del líder” también han quedado atrapados tristes artistas incautos, bobos en declive que al momento de poner la rodilla en el suelo para obsequiarle el osculum infame, caducan, expiran, exhalan su último aliento. Otros ya han hecho su morada en la alcantarilla y se sienten a gusto entre las heces: todas esas voces “independientes”, pero en nómina, todos esos “periodistas” y “comunicadores” que, en nuestras propias narices, cobran los cheques con que el estado les compensa las múltiples felaciones que deben realizar a diario.
Huelga hablar de los picapollos, de los paleros, del empleado de FUNGLODE que le quemó la cara a Isabel Loaces Ricart con cera caliente. No tengo tiempo para eso.
Contra el tsunami de jóvenes (y no tan jóvenes) que pide, pacíficamente, pero con firmeza, alegría y optimismo, que se castigue a los corruptos y que se reformule el contrato social, demoliendo el elefantiásico engendro estatal dominicano para sustituirlo por una versión más coherente con los ideales de eficiencia y decencia, usted recluta carcamales incontinentes y vejestorios lenguaraces para que los insulten, como lo hizo el mal llamado Bloque Histórico Patriótico: envejecientes del cuerpo, pero sobre todo del alma, que cometen el tétrico desatino de condenar el uso de las redes sociales para catalizar cambios, puesto que, al parecer, si no hay sangre y muertos y escaramuzas callejeras y gomas quemadas y tiroteos, como en los tiempos de enantes, no hay gloria, ni tienen valor sus acciones ni efectividad sus movilizaciones… Por el contrario: el formidable e inteligente uso que la Primavera le ha dado a las redes no solo lo ha puesto a usted y a los suyos a correr despavoridos,  tropezándose unos con otros y golpeándose las nalgas con los talones, sino que ha dado ejemplo de perfecta coordinación, integración y ejecución de una variada gama de estrategias de conflicto no-violento. En el contexto de enfrentamientos pacíficos, un solo tuitero con influencia vale por cincuenta guerrilleros y no se derrama una sola gota de sangre. ¿Por qué no mejor aprende de su ejemplo? ¿O acaso el mensaje que usted nos quiere enviar es que la violencia y la muerte son la única moneda que el estado reconoce a la hora de transformarse?
Huelga hablar de los picapollos, de los paleros, del empleado de FUNGLODE que le quemó la cara a Isabel Loaces Ricart con cera caliente. No tengo tiempo para eso. Todos conocen esas noticias, todos hemos visto la imágenes, algunos hasta hemos respirado el gas pimienta que nos tiró de maldad un capitán de la policía en la Capitán Eugenio de Marchena; todos, todos hemos visto la manera en que usted y sus defensores no ha logrado otra cosa que apelotonarse en un batiscafo y hundirse en los abismos de la estupidez.
Usted ha transformado el estado dominicano en un colonoscopio. Usted ha convertido a la República Dominicana en un experimento de mal gobierno. Es como si usted, cual científico loco, hubiera decidido averiguar qué pasaría si tomara cada una de las 77 propuestas de Jacques Attali (Informe de la Comisión Internacional para el Desarrollo Estratégico de la República Dominicana) y ejecutara exactamente lo contrario. Usted ha destruido los poderes que cotejan al ejecutivo y levantado un edificio inmoral acogedor de las más graves psicopatías; una estructura en la que la responsabilidad se difuminade tal modo que los individuos que operan dentro de ella, incluyendo a los buenos, especialmente los buenos, terminan sintiéndose capaces de cometer las más estrambóticas irregularidades sin temor a retribuciones judiciales. Usted ha perfeccionado la máquina de un estado corrupto y corruptor, un experimento de Milgram con nombre de país, un ranchón exclusivo en el que solo tienen cabida perros y entrenadores de perros, como dijo en alguna parte, alguna vez, Yevgeny Zamyatin. Una cosa del carajo donde todo el que no incline la cabeza delante de autoridades decrépitas y se trague sus embustes es un “manipulador grosero”, independientemente de sus credenciales y entrenamiento… Si vamos al caso, es usted la víctima de un ataque coordinado por disparatosos. Yo soy un disparatoso, Sara Pérez es una disparatosa; disparatosa Rosario Espinal y disparatoso Andrés L. Mateo. Disparatosos Juan Carlos Hidalgo, del Cato Institute en Washington e Yván Rodríguez, de Acento.com. Usted mencionó en su discurso del 13 de noviembre que la verdad prevalecerá, y así lo ha hecho: en una divina manifestación de justicia poética, el mismo jefe de misión del FMI,Przemek Gajdeczka, ha confirmado lo que todos ya sabíamos… ¿él también es un disparatoso? Disparatosa también, sin duda, la publicación aparecida en la prestigiosa revista The Economist el 24 de noviembre del corriente y también la publicada por Mary Anastasia O’Grady en el Wall Street Journal el 26. Disparatoso, enfermo y pepehachista todo aquel no toque el suelo con la rodilla delante de Su Gloriosa Majestad y no acepte las “conceptualizaciones” que pare, como chinche, su preclara enjundia. Todos yerran, mienten, manipulan, malinterpretan. ¿Cómo se explica tanta malignidad colegiada? Usted y muchos, muchos de sus seguidores exhiben una cerrazón de mente que raya en el fanatismo religioso, una tozudez de burro engreído, una intransigencia campuna que me hace sospechar que operan bajo el efecto Dunning-Kruger, la “ilusión de superioridad” que padecen ciertas personas cuya incompetencia es tal que tienden a creer que saben más de lo que saben y, lo que es peor, a ser incapaces de reconocer las competencias de los demás.
Mientras más contemplo el sainete protagonizado por sus “defensores” más brillan por su ausencia los verdaderos pilares de la sociedad dominicana.
¿Le leo las cartas? ¿Le tiro los caracoles? De tanto ir de la ceca a la meca reuniendo mequetrefes y perdedores para su defensa usted ha agarrado un vaho a mocato. Estoy seguro de que muchos dentro de su partido ya le están sacando el cuerpo, le están dando esquinazo, lo están dejando en la estacada. ¿A que sí? Especialmente aquellos cuyas posiciones dependen del voto de sus constituyentes y no de usted. No le levantan el teléfono, especulo. Acaban con usted cuando sale de la habitación, cuando abandona la reunión, cuando se quedan solos y se saben solos. Se ha visto en la lamentable situación de irse por ahí a recabar el apoyo de Fefita la Grande y de Tito Swing porque no aparece un solo intelectual, artista o personalidad de valía que se deje capturar desprevenido en una foto con usted. Mientras más contemplo el sainete protagonizado por sus “defensores” más brillan por su ausencia los verdaderos pilares de la sociedad dominicana. Lo han dejado solo. Y el que más conspicuamente lo ha hecho ha sido nada menos que el presidente electo de la República Dominicana, Danilo Medina Sánchez… En vista de esto y de todo lo demás, ¿quién es, en última instancia, el manipulador grosero? ¿Quién el maldiciente y el infame? ¿Quién, señor ex presidente, el enfermo mental?

Jamás suyo,
Pedro Cabiya

lunes, 15 de septiembre de 2014

Política: una observación a la sociedad dominicana

Orbis Beltré
Por Orbis Beltré
Siempre que intentemos entender el por qué de la rara forma de pensar de nuestros políticos de los tres partidos tradicionales, necesitaremos un DSM con las últimas actualizaciones. 

Esta opinión parecería irrespetuosa; los habrá que hasta se molestarán, pero no hay que inmutarse, Duarte hace ya más de 
un siglo que lo advertía en el siguiente pensamiento: "Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria".

Uno por obligación tiene que terminar aceptando, que aquellos hombres "sin juicio ni corazón" de los que habló Duarte en su tiempo que conspiraban contra la salud de la Patria, siguen existiendo hoy.

Para avalar esta consideración, nada más quiero hacer recuerdo del "negocio" con la Barrick Gold a través del cual, de cada cien dólares, el Estado dominicano sería dueño de solo tres dólares, mientras que la minera extranjera lo sería de 97 dólares.

¡Tremendo negocio saben hacer nuestras autoridades! 

Piense usted... hay que padecer de una patología psiquiátrica muy especial para ser tan perverso. Y eso no es exactamente lo que más debería causarnos asombro. 

Lo que sí debería causarnos más asombro es que en medio del sobresalto por tanta indolencia de parte del Gobierno dominicano, muchos, entre ellos reconocidos intelectuales, condenaban a la pobre Barrick Gold con todos los adjetivos despectivos del mundo, pero al mismo tiempo ensalzaban a Leonel Fernández cual cristiano evangélico a su dios.

¡El descaro de los gobernantes prevalecerá por la ingenuidad de los gobernados! 

No habría espacio aquí para citar la muy larga lista de casos de corrupción que nos legaron por ejemplo, las últimas dos administraciones de Leonel Fernández. 

Tan robado quedó el Estado dominicano por Leonel Fernández , que aun no se había posicionado bien la actual administración, y ya nos estaba imponiendo una reforma fiscal para reponer unos miles de millones de pesos que se esfumaron en los bolsillos del Comité Político del PLD. 

Ante el malestar social que generó aquella suicida reforma fiscal, viviríamos para el deleite de una novedosa modalidad de ser irresponsable y cínico. Como sabían que la gente estaba asqueada del muy famoso pero anticuado “borrón y cuentas nuevas”, ahora los ladrones de siempre serian indultados con el “no tirar piedras al pasado”.

Esto funcionó de lo mejor; es más, basándome en lo que se lee en nuestra historia política, estoy más que seguro de que Leonel Fernández volverá a ser presidente de la República. 

Como sociedad deberíamos revisarnos, no estamos pensando bien. Estamos desubicados de nuestra realidad más inmediata.

Por tener, no más que un "desde ahí" en el tiempo, diré que hace dos años que estoy escuchando las voces de algunos malos amantes de la utopía, exclamar que aquí en cualquier momento habrá una revolución. 

No pretendo echarle un balde de agua fría a nadie, pero ahora mismo no tenemos un pueblo capaz de reciprocar la significación de una revolución, y tampoco tendremos ese pueblo en muchos años.

Lo que pasó en 1965, y que nuestros historiadores han cometido la afrenta de llamar revolución, es el mejor referente para que sospesemos en estos momentos la posibilidad de que este pueblo se rebele de forma organizada contra este sistema que lo está matando. 

Lo del 65 fue un absoluto fracaso, y ni siquiera fue por falta de valor y de coraje, sino porque no teníamos un pueblo consciente de lo que quería. 

No es verdad que un pueblo resuelto a abrazar la justicia, la democracia y la libertad, iba a involucionar hacia un Balaguer que gobernó tres períodos consecutivos aplicando una contundente represión en todos los órdenes contra todo aquel que le adversaba. 

Y que no vengan los salmistas a poner de excusa la protección que recibió ese caudillo por parte de la intervención militar extranjera. ¡Eso no nos exime la desidia! 

Nuestra pereza para amar esta Patria quedó confirmada en 1986. No nos importó el haber logrado sacar a Balaguer del poder en 1978 tras doce años de terror; otra vez lo hicimos nuestro gobernante, y éste, bajo los mismos cánones políticos que ya nos había aplicado, continuó gobernándonos por 10 años más. El resto de la historia ya lo sabemos a partir de aquel estridente Frente Patriótico que tanto romanticismo causó. 

¡Cuánta "poesía"! 

El mismísimo PRD ya había proclamado que Balaguer tenía que ser considerado como el Padre de la democracia dominicana. Esto prueba una cosa: somos un pueblo sin memoria histórica. 

De ahí se explica por ejemplo, que Buenaventura Báez fuera tres veces presidente de la República luego de que en su mandado de 1857 comprara con dinero inorgánico la cosecha de tabaco del cibao, provocando la quiebra de ese importantísimo sector de la economía dominicana, y consecuentemente una sangrienta revuelta popular que lo obligó a salir huyendo hacia Francia. 

Hasta hoy este pueblo sigue enarbolando una moral muy cuestionable; hasta hoy este pueblo sigue practicando una lógica ilógica. Los Trinitarios lo saben, el Panteón Nacional lo sabe teniendo que soportar la sombra de Santana; Playa Caracoles lo sabe. Sépalo también usted y corra la voz, quién sabe si así podremos evitar que las generaciones futuras nos hereden este despreciable defecto.


Un poema a mi sufrida patria, República Dominicana

Orbis Beltré
Por Orbis Beltré

Abatido y destrozado me delato al cielo que nos da la lluvia
no tengo guerras perdidas
pero he quedado sin una ciudad ni un campo de la Quisqueya que de niño había soñado
mi país de ahora es el invento de una sociedad que soporto apenas

Esta gente no merece la bandera más bonita de todas las naciones
ni el escudo con las Santas Escrituras
ni la palma ni el laurel
ni la cinta con Dios Patria y Libertad

Esta gente ridiculizó el emblema que le dio su origen
envileció el esfuerzo inmaculado de los hombres y mujeres que todo lo dieron por la libertad
y ante el sol de cada día dominicano crece inmune la atropellante esfinge del sálvese quien pueda

Hace tiempo que el himno de Prudhome y de Reyes se irrespeta 
y hace más aun que no nos damos cuenta
y es que no sabemos cuán enfermos estamos 
si el AMOR al ejemplo de honradez de Duarte no trasciende del bronce o del concreto de una estatua por demás sobrevaluada

Es un sacrilegio todo
hemos claudicado en todo lo bueno
no hay moral
no hay dignidad
no hay humanismo

Un ultraje colectivo se ha tornado ley
hasta aquí se han prolongado los infames de nuestro pasado
imponentes como el sol se exhiben
Guacanagarix
Santana
Buenaventura
Victoria
Heureaux
Trujillo
Balaguer


No los hemos superado porque nunca murieron
solo ausentaron su aterradora presencia física en los designios de una democracia putrefacta y perversa 
hechora de mentiras
germinadora de injusticia
soporte de maldad y asesina de lo bello

Hasta aquí se han prolongado los aventureros que vinieron 
a robarnos
a abusarnos
a esclavizarnos
a matarnos

Hasta aquí se yergue como invencible la corrupción y el odio
el credo de la cruz asesina
los espejitos malditos que propiciaron engaños
la despiadada usura promotora de muerte
y la insolencia ante lo sublime

¡Oh pueblo mío!

¡Cuánto pesar me causa saberte indiferente o frustrado 
anclado en la miseria dadora de hambre
marginadora de niños
madre de todos los dolores
arruinadora de hogares y legitimada en tu voto!

domingo, 14 de septiembre de 2014

Nuestro país se está hundiendo; naufragio empezó por sus barrios

 Por Orbis Beltré
-“En los barrios de mi pueblo, hacinados cual basura, lodosa, oscura, funesta y de amigos trágicos; de asendereados callejones y barrancas maltratadas y mil hijos regados por doquier… en esos barrios de mi pueblo, donde el rostro de los niños, sucios, escuálidos, agrestes y desteñidos por el tiempo, forman una columna militar que traspasa mil... mil generaciones! En esos barrios de mi pueblo, olvidados, colocados en algún sitio nauseabundo, millonarios de ratas, lombrices y pulgas. En esos barrios de mi pueblo, en nuestros barrios, también se dan las flores”. Ramón Leonardo.

Es falso de toda falsedad. Las drogas no son de nuestros barrios; de nuestros barrios son las flores.

¡Pero qué pesar! 

Nuestros barrios, sin embargo, están repletos de drogas y consecuentemente, de centurias de jóvenes impedidos de ser flores e inducidos al consumo de la miseria y de la muerte. 

El resultado está a la vista: degradación humana, desintegración familiar, violencia social e inseguridad ciudadana; frustración y desconfianza en el porvenir, entre aquellos seres humanos que se sortean la vida ante la podredumbre.

¡Qué zozobra caminar por las calles de nuestros barrios! 

El país se está hundiendo. Se está hundiendo República Dominicana, y el naufragio empezó por sus barrios, donde todavía, a pesar de todos los pesares, también se dan las flores. 

Y solo hay una explicación para que nuestros barrios estén embadurnados de todo tipo de drogas: las autoridades así lo han deseado y lo siguen sedeando! 

Prueba infalible de que las drogas son introducidas en nuestros barrios por las autoridades, es este nombre: “Quirino Ernesto Paulino Castillo”. 

Quirino, como se lo conoce popularmente, fue un militar magnate de la cocaína en nuestro país, que siempre actuó protegido, en su entonces glorioso reino criminal, incluso por al menos un Presidente de la República, o sea, por Hipólito Mejía. 

¿Por qué decirlo así? 

Basta analizar la reacción de José Miguel Soto Jiménez, otrora ministro de las Fuerzas Armadas durante el gobierno de Hipólito Mejía, tras ser emplazado por el Ministerio Público, para que aclarara por qué, si ya había cancelado a aquel militar narcotraficante, lo reingresó a las filas del Ejército Nacional. 

¿Y qué decir sobre el caso “David Figueroa Agosto”? 

Este narcomafioso fue, por toda una década, la omnipresencia, la omnisciencia y la omnipotencia del descaro, de la poca vergüenza y de la chabacanería a que se ha degradado la figura AUTORIDAD en nuestro país.

Protegido por los tres Poderes del Estado, David Figueroa Agosto vivía aquí como todo un príncipe de la más fabulosa monarquía jamás contada. Mejor no podría vivirse en el paraíso de la mitología judeocristiana.

El crimen aposentado en las entrañas del Gobierno. Acurrucado el crimen en el regazo de la autoridad, en el confort de los dos Presidentes de la República, que durante la presencia de Figueroa Agosto en nuestro país, desfilaron por el Palacio Nacional: Hipólito Mejía y Leonel Fernández, un dúo de sabandijas políticas, que solo en una sociedad descerebrada y decadente de todo lo que sea dignidad, podrían seguir teniendo vida pública y llamándose líderes. 

Aquí la lucha contra las drogas es una farsa. Lo es así ante cualquier persona con un mínimo de sentido común, después de conocerse las declaraciones del exministro de las Fuerzas Armadas, José Miguel Soto Jiménez, sobre cómo, aún habiéndole informado al inmediato Presidente de la República, Hipólito Mejía, respecto a quién era Quirino, este le ordenó que lo reingresara como oficial del Ejército Nacional. 

Si desde aquí hasta USA la lucha contra las drogas y el narcotráfico fuera una determinación seria, al menos ese "líder" político, ese bandido llamado Hipólito Mejía, debió ser amarrado de pies y manos junto a Quirino, y llevado, no a una cárcel de Nueva York, sino a Guantánamo!