Orbis Beltré |
La Biblia es tan provechosa moralmente,
que deberíamos preguntarnos por qué incluso no la adoptamos como valor jurídico
por encima de la Constitución.
Si
adoptásemos la Biblia como valor jurídico por encima de la Constitución
tendríamos un Estado como el vaticano, caracterizado por sostener una sociedad
honesta, pacífica, respetuosa de los derechos humanos y esculpida sobre los
criterios más refinados de justicia (así por fin sería imposible que hubiera
maricones, violadores de niños y encubridores de tales criminales).
¿En
qué lugar de este mundo se lee más la Biblia, que en la Iglesia? La Iglesia por
eso, sin importar si se trata de católica o protestante, nunca se ha visto
envuelta en ninguna acción reñida con la moral.
Aquí
en República Dominicana, como no hay una iglesia en cada esquina, como no nos
meten la Biblia por ojo, boca y nariz, desde la radio, desde la televisión, en
el metro, en la guagua voladora, en el carro de concho, desde el Facebook,
desde los grupos de Whatsapp, en los parques y las plazas públicas, necesitamos
que se imponga en la escuela, la lectura de ese gran libro.
Es
inaceptable que se quiera desconocer que nuestra sociedad es una nación
cristiana.
Deberíamos
proponer que la Biblia se estampe en el escudo nacional y que la palabra
“Dios” también sea parte de nuestros símbolos patrios, aunque los símbolos
patrios no sean una propiedad exclusiva de los cristianorreligiosos.
Deberíamos
proponer que la Ley No. 66-97 sobre Educación diga en su Artículo 4 Literal E que “todo el sistema educativo dominicano se fundamenta en el cristianismo”. Con eso resolveríamos las carencias que tenemos en la materia.
También
deberíamos proponer que el Gobierno exonere todos los impuestos a las iglesias
y que les regale tierras, edificios…
Otra
cosa que deberíamos rogar es que el Presidente de la República al asumir su
cargo jure por dios cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes. Así
ahora no tuviéramos este lío de reformar la Carta Magna para la reelección.
Además, si nuestros presidentes jurasen por dios al asumir el cargo, serían muy
serios y coherentes en el desempeño de sus funciones y jamás podrían comerse un
tiburón podrido.
Casi
¡me se! olvida: si tuviésemos una ley que obligara a nuestros diputados y
senadores a invocar un pasaje bíblico antes de sesionar, nos hubiéramos librado
de los contratos firmados sin ser leídos y de los contratos para obras
sobrevaluadas como las de ODEBRECHT.
En
los tribunales de la República deberíamos tener al cristo en cada estrado. Así
nuestros jueces serían probos… ni hablar, no existiría la tremenda mora
judicial que se muestra como invencible en ese poder del Estado.
También
deberíamos asignarles santos, arcángeles y vírgenes protectoras a instituciones
como el Ejército, Fuerza Aérea y la Armada. Así tendríamos un país libre del
tráfico internacional de drogas prohibidas; así no tendríamos la trata de
personas por la frontera con Haití; así no tendríamos los viajes ilegales en yola
a Puerto Rico; así el espacio aéreo dominicano no podría ser vulnerado por el
crimen transnacional.
Por
cierto, si la Policía Nacional tuviera un santo patrón los policías ganarían
un sueldo justo por su trabajo tan importante y riesgoso y no habría en dicha
institución actos de corrupción de ninguna naturaleza.
Si la
Policía Nacional tuviera su san Judas Tadeo, por ejemplo, y si al mismo tiempo
cada provincia y municipio del territorio nacional tuviera su respectiva
divinidad protectora, el país sería modelo de seguridad ciudadana y
prosperidad, y no un arrabal como Higüey, por solo citar un caso.
O
sea, concluyendo, si tuviéramos la Biblia, a su dios, los rezos y oraciones
hasta en la sopa, República Dominicana no fuera el atolladero que es hoy.