Orbis Beltré |
Por Orbis Beltré
Todos los creyentes en el dios judeocristiano
no tendrían reparos en decir que la bondad de su dios es infinitamente superior
a la bondad del hombre. Mas ninguna cárcel, ninguna prisión, ninguna
penitenciaría de manufactura humana podría compararse en miseria, con el
infierno bíblico.
Dirían los creyentes judeocristianos, que la
superioridad moral de su dios es un hecho incontrovertible. Sin embargo, la
psicopatía de un "personaje" como el dios judeocristiano desborda los
límites de la escala de maldad, del Dr. Michael Stone.
Las mentes más
retorcidas que hayan desfilado por este mundo jamás fueron capaces de
imaginarse sometiendo a sus víctimas a torturas interminables.
Los crueles se excitan con el dolor que les
provocan a sus víctimas, se sienten poderosos, se sienten dueños del universo y
desean ser vistos como el ápeiron.
Los crueles son meticulosos grotescos en su
plan de hacer sufrir, porque hallan paz y gozo y grandeza de solemnidad en el
crujir de dientes y en el pavor y en el desconcierto y en el desasosiego y en
el llanto y en la súplica y en la humillación de aquellos sobre los que tienen
poder.
Los crueles buscan satisfacción personal a
través de sus crueldades, pero un “buen día” se sienten cansados del infortunio
de sus víctimas, y deciden matarlas.
Los perversos, los depravados, los más
degenerados, los más despiadados, los más resentidos sociales, los más soberbios, los
más engreídos, los más ególatras, los más sombríos y terroríficos torturadores
de los que se tenga conocimiento en la criminología, siempre terminaron o
siempre quisieron terminar causándole la muerte definitiva a sus víctimas...
esta causa nos impone la sensatez y nos empodera con todas las razones para
considerar a estos abominables psicópatas como sujetos bondadosa y moralmente
más elevados que el dios judeocristiano.
No puede tener ninguna perfección; no puede
tener ninguna belleza; no puede tener ninguna bondad; no puede tener ningún
atributo moral, un dios que su desquite no se limite a negar un perdón, sino
que además somete a su reo a las peores vejaciones y al mismo tiempo le prohíbe
la muerte para que este no tenga la más remota posibilidad de escapar de aquel
sufrimiento eviterno prometido en el infierno bíblico.