Orbis Beltré |
Por Orbis Beltré
En estos tiempos, que tanto la transculturación como la
penetración cultural son un fenómeno persistente desde y hacia todas las
latitudes de la tierra arrastrando costumbres y tradiciones diversas, un Estado
que no se apegue al criterio de la laicidad, es un Estado que estará sujeto a
grandes conflictos antropológicos, étnicos y sociológicos, que más temprano que
tarde terminarán en episodios violentos.
Un caso de cómo un Estado no laico podría confrontar
serios problemas incluso de orden moral, es el siguiente:
En los estrados de nuestros tribunales está el Cristo
bíblico crucificado, ante el cual el imputado debe jurar la verdad.
El Estado dominicano educa, según su ley de Educación
66-97, artículo 4 letra E, en principios cristianos.
La Biblia, libro que el Estado dominicano a través de la
ley 44-00 asume como “palabra de dios” y como un libro perfecto, dice que todo
aquel que sea sorprendido trabajando el día sábado debe ser matado (Núm. 15:32-35).
Entonces...
¿Qué sucedería si un día un adventista imputado de homicidio,
ante el juez que lo conmina a deber honestidad a esa alegoría judeocristiana
que reposa en su estrado, argumenta que al ciudadano que él mató lo sorprendió
trabajando el día sábado, en franca violación al libro de Números 15: 32-35, y
que él, como cristiano adventista y sujeto a que el ordenamiento jurídico
nacional reconoce perfección en la Biblia, convino en privar de la vida a su
víctima, como un tributo para honrar la palabra del dios suyo y del Estado
dominicano?