Orbis Beltré |
Por
Orbis Beltré
La igualdad como principio universal de la convivencia de los seres humanos, continúa siendo un asunto de desigualdad ya no solo observable entre los vivos, sino también entre los muertos.
Y cuando de rendir honor nacional se trata, lo menos que se toma en cuenta es lo honorable que haya sido alguien: si fue un empresario de los juegos de azar enganchado a político en una asociación de malhechores como lo es el PLD, es suficiente. Por Juancito Sport sí; por otros no.
Tampoco se decretó duelo nacional en honor al coronel Cesar Augusto Ubrí Boció, asesinado por un miembro de la Policía Nacional para despojarlo de su yipeta que luego sería recuperada por partes en un negocio de ventas de piezas usadas para vehículos.
Tampoco se decretó duelo nacional en honor al teniente coronel Pedro de la Cruz de la Cruz, asesinado por “nadie sabe quién ni por qué”, porque la Policía, al único que señaló como el responsable del hecho de sangre lo conminó públicamente a que no se entregara y en pocas horas lo acribilló a balazos y san se acabó.
Tampoco se decretó duelo nacional en honor al pueblo dominicano, cuando recientemente dejó por fin de ser un secreto a voces, que las Altas Cortes y la Suprema Corte de Justicia están conformadas por delincuentes de la toga y el birrete, vestidos de jueces para defender los intereses de los ladrones, de los mafiosos que se hicieron dueños del PLD que fundó Juan Bosch y desde donde dirigen el país al mejor estilo de la Cosa Nostra.
La igualdad como principio universal de la convivencia de los seres humanos, continúa siendo un asunto de desigualdad ya no solo observable entre los vivos, sino también entre los muertos.
Y cuando de rendir honor nacional se trata, lo menos que se toma en cuenta es lo honorable que haya sido alguien: si fue un empresario de los juegos de azar enganchado a político en una asociación de malhechores como lo es el PLD, es suficiente. Por Juancito Sport sí; por otros no.
No se
ha decretado ni se decretará duelo nacional en honor a Jhomaylen Mañón, el
atleta, luchador olímpico, asesinado por un delincuente para despojarlo de 35
mil pesos y de su arma de reglamento que portaba como miembro de la Fuerza
Aérea Dominicana, una institución desde la cual el Gobierno abusa de nuestros
militares a través del pago de sueldos miserables.
Tampoco
se decretó duelo nacional en honor a Zuleyca Ponciano Solano, la
oficial del Ejército Dominicano, que era escolta de la hija menor de Danilo
Medina y que fue asesinada por un delincuente para despojarla de su arma de
reglamento.
Tampoco
se decretó duelo nacional en honor a Mercedes del Carmen Báez
Torres, la oficial de AMET que fue asesinada por un delincuente para despojarla
de su arma de reglamento.
Tampoco se decretó duelo nacional en honor al coronel Cesar Augusto Ubrí Boció, asesinado por un miembro de la Policía Nacional para despojarlo de su yipeta que luego sería recuperada por partes en un negocio de ventas de piezas usadas para vehículos.
Tampoco se decretó duelo nacional en honor al teniente coronel Pedro de la Cruz de la Cruz, asesinado por “nadie sabe quién ni por qué”, porque la Policía, al único que señaló como el responsable del hecho de sangre lo conminó públicamente a que no se entregara y en pocas horas lo acribilló a balazos y san se acabó.
Tampoco
se decretó duelo nacional en honor a Ramón Argenis Guerra Florián
(secuestrado y asesinado “nadie sabe por quiénes” pero sí por qué), occiso que, en su
labor como encargado de las cámaras de vigilancia del Puerto Multimodal
Caucedo, descubrió un cargamento de drogas que resultó ser de Arturo del Tiempo
Marquez, socio del PLD y amiguito personal del entonces Jefe de la Policía
Nacional, Rafael Guillermo Guzmán Fermín.
Tampoco
se decretó duelo nacional por las muertes de 11 niños en un solo
fin de semana en el Hospital Infantil Robert Reid Cabral, a causa de algo que
le resultó tan difícil a las autoridades, como el suministrar a tiempo el
oxígeno que necesitaban esos inocentes para preservar sus vidas.
Tampoco
se decretó duelo nacional en honor a Franchesca Lugo, la joven de 18 años de
edad que fue asesinada por miembros de la Policía Nacional que intentaban
asaltarla para despojarla del carro en el que se desplazaba con su novio y un
hermano de éste cuando regresaban de trabajar, en horas de la madrugada, hace
pocos meses.
Tampoco
se decretó duelo nacional en honor a los niños violados y asesinados por la
Iglesia católica del cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez y el obispo
Ramón Benito de la Rosa y Carpio, hecho acontecido hace poco tiempo en un
orfanato que funcionaba en la comunidad de San Rafael del Yuma, en Higüey.
Tampoco
se decretó duelo nacional en honor al pueblo dominicano, cuando
Danilo Medina ganó las elecciones en 2012 a expensas de un déficit fiscal de
más de 200 mil millones de pesos, que provocó una reforma fiscal que empobreció
aún más a cada ciudadano dominicano o extranjero radicado en nuestro país.
Tampoco
se decretó duelo nacional en honor al pueblo dominicano, cuando el
Ministerio Público, representado por Yeny Berenice Reynoso, se negó a investigar la denuncia de corrupción contra Leonel
Fernández.
Tampoco
se decretó duelo nacional en honor al pueblo dominicano, cuando el Congreso
aprobó “sin leer” el Contrato Barrick Gold-2009, mediante el cual nos estafó a
todos regalando al forastero nuestro oro.
Tampoco
se decretó duelo nacional en honor al pueblo dominicano, cuando la
Procuraduría General de la República, en contubernio con el Poder Judicial y
tras una chicana jurídica, se aseguró de legitimar los miles de millones de
pesos que Félix Bautista sustrajo del erario.
Tampoco se decretó duelo nacional en honor al pueblo dominicano, cuando recientemente dejó por fin de ser un secreto a voces, que las Altas Cortes y la Suprema Corte de Justicia están conformadas por delincuentes de la toga y el birrete, vestidos de jueces para defender los intereses de los ladrones, de los mafiosos que se hicieron dueños del PLD que fundó Juan Bosch y desde donde dirigen el país al mejor estilo de la Cosa Nostra.
Tampoco
se decretó duelo nacional para terapiar el trauma del pueblo
dominicano tras haber presenciado aquel humillante espectáculo en el que su
Primer Mandatario fue obligado, en público, a comerse un tiburón podrido.